Algunas plantas raras
A la memoria de mi padre
Lorenzo Reyes Retana
Me como las orillas de algunas plantas raras
me gustan las espinas amarillas
las hojas puntiagudas como manos.
Me hablan las flores oscuras
de pétalos púrpura
olor a vino
me dicen que las rosas no las quieren
que son celosas y mañosas
las dañan por debajo de la tierra
de noche las arañan pretendiendo una caricia
sus hojas de serrucho las lastiman.
Nadie lleva rosas rojas a un velorio
sólo a las niñas contentas de suspiros
en cambio mis tristes flores negras
de pétalos caídos y dolidos
acompañan a las viudas en sus rezos
o a quienes han perdido a un hijo.
Hay plantas que nacen del oprobio
la gente las arranca con desprecio
las llama hierba mala y las descarta
enseñadas a temer la mano recia
proscritas de su vida diminuta
asfixian a las otras en venganza anticipada.
Peino a mis hijas con espinas largas y amarillas
les hago tocados violentos
las defiendo de las rosas rojas
de la hierba mala
mis oscuras niñas de pantano
vestidas en hojas de maguey
pintadas de púrpura
cubiertas en guano.
Las calzadas al encino van tapiadas
de ceniza blanca del volcán
basamentos renegridos con el musgo de los años
oscuras nervaduras casi humanas
líquenes peludos como orugas
tallos retorcidos como púas.
El encino se levanta compasivo
su sombra generosa hace diamantes
sobre el mundo desecado y roto
reflexivo, redondo, absoluto aquél encino
metafórico del ser que fue mi padre
desde el camino que baja por el monte
su inmenso cuerpo de cristales
Sus hojas suaves, su oscuro tronco
la casa, la mesa y el fogón a fuego vivo.
En el monte a ras de piso
hierbas intrincadas con la tierra
espejo de abejas en fuerza y ligereza
húmedas, cálidas, amigas al tacto
techo de la fauna miniatura
lecho de la más afortunada
la hierba es al monte lo que el cuero al cuerpo
escudo, abrigo, frontera
aromática, renovada con la lluvia
de cara al cielo.
La tarántula se asoma entre la la hierba
codos y rodillas, negro y rojo
se mueve terrible y elegante
ciega y sorda
bella y repugnante
recorre la tarántula siniestra
los caminos sinuosos de las piedras
sin amigas, sin iguales
como carruaje fúnebre
custodiando a la muerte.
Me hablan al oído algunas plantas raras
ásperas sus voces, largas sus miradas
me dicen, por ejemplo, que corte piracantos
que llene baldes de agua
que mire un punto fijo.